28 ene 2011

¡Revolución!


El derrocamiento del dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali debería ser una buena noticia para Europa y Occidente, tan preocupados siempre por extender las democracias a los países carentes de ella. Sin embargo, ¿por qué no se pronuncian al respecto las naciones occidentales?

Sinceramente, no puedo opinar demasiado sobre la situación de Túnez, de Egipto o del resto de países del norte de África y Oriente Medio porque no sé demasiado. De la vida de Fidel Castro, Sadam Hussein, o de los pseudodictadorzuelos bananeros Hugo Chávez y Evo Morales todo el mundo tiene una idea bien asentada: son malos. ¿Por qué? Porque perjudican (o perjudicaban, como es el caso de Hussein) los intereses de los países del primer mundo. De la sucia monarquía marroquí, del recién caído Ben Ali o del egipcio Mubarak, sin embargo, no sabemos tanto. No es que los medios los obvien (de vez en cuando tratan asuntos relacionados) sino que a los propios gobiernos europeos y estadounidenses no les debe de interesar demasiado que se altere la situación de estos países. ¿La causa? No lo sé (así que ahí dejo la pregunta, para que cada uno busquemos nuestras propias respuestas). En el caso del silencio de Francia y España respecto a la crisis de Marruecos y el Sáhara Occidental la respuesta estaba clara: el país galo, como ex metrópolis del reino alauita y con tantas inversiones e intereses en Marruecos, no le convenía intervenir. A España, con Ceuta, Melilla y Canarias tan cerca de Marruecos, y con ciertas dependencias e intereses en ese país, tampoco. Pero en el resto, habría que preguntárselo.

La "revolución" (hay que esperar para ver si esos cambios se asientan realmente o sólo son un bache que fácilmente puedan superar estas dictaduras) de Túnez se ha convertido en todo un símbolo para los ciudadanos de otros países dictatoriales. Egipto ha sido el siguiente en ver cómo sus hasta ahora abnegados súbditos salían a la calle para reclamar cambios. Y lo mismo deberían hacer el resto de "repúblicas presidencialistas" o "monarquías constitucionales" de la zona: Marruecos, Argelia, Siria o Irán. Tiranos como Mohammed VI, Abdelaziz Bouteflika, Bashar al-Assad y Ahmadineyad deberían ser los siguientes en caer y en huir despavoridos a Arabia Saudí, donde su ostentosa familia real (recordemos cómo España se arrodillaba a la corte saudita en sus veraneos marbellíes) seguramente les dará la bienvenida.

Lo mejor de todo esto: la relevancia de Internet en los movimientos populares. Se le podrán criticar cientos de aspectos (que si piratería, que si porno, que si violación de la intimidad), pero la Red (y, especificando, las redes sociales) han servido para que, lejos de la inquisitorial mirada del régimen, miles de personas se pusieran de acuerdo para organizar un levantamiento. Prueba de ello es el empeño de estos países -especialmente Siria- por controlar las comunicaciones e Internet.

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